Nacional
Crónica
Policial
23/07/2022
Fue una decisión dura de tomar para el teniente coronel Luis Torres. Llevaba 24 años en la institución que lo recibió en 1998 y donde le tocó enfrentar destinaciones en Santiago, en el norte del país y ahora último en Talcahuano, en la Región del Biobío. Pero, sin duda, lo que lo marcó y lo que hizo apurar su decisión fue lo que vivió cuando se ofreció como voluntario a proteger el monumento de los mártires de Carabineros, en las cercanías de Plaza Baquedano, durante el estallido social.
“Recibí de todo: insultos, palos, motolovs y todo tipo de desprecios. Eso es lo que más duele, incluso más que los daños corporales que hasta hoy quedan, pero que prefiero no detallar”, dice el comandante Torres, quien fue uno de los 106 oficiales que salieron de la institución este año, bajo la modalidad de retiro voluntario. “Los últimos años veníamos con mucha carga laboral, pero lo asumí con valentía, pese a que estos esfuerzos no siempre eran valorados por la sociedad y las autoridades. Al final, decidí quedarme con quienes me pagan mejor hoy: mi familia”, dice.
El relato del oficial (R) -quien además es perito forense marítimo- coincide con el que entregaron otros policías que también decidieron dar un paso al costado, pero que por tener familiares aún en la institución prefieren no dar su nombre. “Nosotros somos los que más perdemos, tenemos a casi toda la familia en Carabineros, pero ¿qué le puedo decir? Está mala la cosa, nadie nos dice qué pasará con nosotros, nos mandan de una comuna a otra, la calle está peligrosa. Nada que no se sepa, tampoco”, dice un cabo que hace poco salió de la Prefectura Sur de la RM.
La salida de los suboficiales -quienes corresponden al Personal de Nombramiento Institucional (PNI)- también registró un aumento en los retiros voluntarios. Si entre enero y el 20 de julio del año pasado colgaron el uniforme 478 efectivos, este año, en ese mismo lapso de tiempo, lo hicieron 597.
Entre oficiales -Personal de Nombramiento Supremo (PNS)- y suboficiales, durante este año, 703 ya se acogieron a retiro voluntario. Durante el mismo periodo, pero en 2021, la cifra no superó los 560. Este importante aumento tiene en alerta a la institución.
El estatuto de Carabineros establece que pueden acogerse a retiro voluntario todos los carabineros una vez que cumplan, como mínimo, 25 años de servicio. Al acogerse a esta prerrogativa, los uniformados se van con su pensión completa. Es decir, mantienen lo que les corresponde por jubilarse, dependiendo del grado que tengan.
“La gente se está yendo. No sabemos si vamos a estar intervenidos por el poder civil, si seguiremos existiendo o no. Los chats de los colegas están repletos de incertidumbre por el plebiscito, además los jefes no nos dicen nada”, cuenta un oficial en retiro, quien puso fin a 28 años de servicio. Algo similar le pasó a otro uniformado que salió de la comisaría de Renca, quien, eso sí, lo atribuye a razones más prácticas y que tienen que ver con la alta carga laboral.
“Con las nuevas disposiciones de reforzamiento en las calles, tenemos que estar casi todo el día fuera, expuestos a todo. Es cosa de ver lo que pasó con el cabo David Florido. ¿Alguien se acuerda de lo que le pasó a él hoy día? Nadie. Ya fue, ah, pero si hubiera sido al revés, ese mismo policía estaría preso”, dice el retirado policía, quien tiene a su esposa aún en la institución.
Carabineros ha tenido que adoptar medidas ante el desgaste interno. Por ejemplo, para la intervención del barrio Meiggs se dispuso de la colaboración de los alumnos de la Escuela de Especialidades, quienes se preparan para investigar o postular a cargos más altos. Dos veces a la semana son trasladados en buses cerca 140 oficiales que aún estudian para reforzar las labores de seguridad en esa zona capitalina. “A mí me ha tocado estar 10 horas diarias parado en Meiggs, a cargo de cerca de 20 suboficiales, que también son sacados de la Escuela de Carabineros que está en Macul”, cuenta un mayor.
Hay un oficial que hace una reflexión que comparten varios de los consultados. Altas fuentes policiales señalan que una de las razones que influyeron en la mala toma de decisiones operativas durante el estallido social tenía que ver con el desgaste físico de esos días. Al ser jornadas extensas e intensas, muchas veces no estaban al 100% de sus capacidades al momento de enfrentarse a una contingencia importante.
Temen, advierten los mismos entrevistados, que eso pueda repetirse. Ponen otro ejemplo: “El Escuadrón Centauro y el Plan de Reforzamiento Comunal. Además de incorporar 500 alumnos de la escuela de suboficiales, se redestinaron dos carabineros de la Sección Investigación Policial (SIP) de cada unidad comunal”.
Hay otra razón, además del desgaste interno por el estallido social y la peligrosidad en las calles. Ante el aumento de los delitos, un 51% en comparación con el año pasado, la empresa privada comenzó a requerir los servicios de carabineros en retiro para integrar estos departamentos, lo que les permite complementar su pensión.
Ese es el caso del comandante Juan Morales, quien durante el último año estuvo a cargo de la Tercera Comisaría de Santiago. Por ahí pasaban los controles de las marchas, las riñas en el Parque Forestal y todo tipo de contingencia. “Tuve una oferta del mundo privado, lo cual me permitía complementarlo con la pensión del retiro. Uno se va con harta pena por tener que dar el paso al costado, pero el cambio de vida es importante. Hay horarios definidos y mayores certezas, además, como es sabido, en el último tiempo ha habido eventos de contingencia que no son muy compatibles con la vida familiar”, sostuvo.
Morales -quien también integró la Sección de Búsqueda de Vehículos (SEBV)- explicó que “en mi comisaría teníamos muchas cosas, como las intervenciones que se ordenaron desde el gobierno para el barrio Meiggs. Eso significaba un compromiso importante, desde lo humano y también en términos de recursos. Ahora, yo tengo claro que el trabajo es trabajo, así que me voy tranquilo. Postulé a una oferta del mundo privado y quedé”.
Tanto el ingreso como la salida voluntaria de los carabineros era algo que estaba analizando la Unidad Coordinadora de la Reforma de Carabineros, la cual funcionó hasta marzo de este año.
El tema se estudiaba desde dos ópticas: la baja en las postulaciones a Carabineros durante los últimos años, cayendo hasta un 57% entre 2019 y 2020, y, además, el tema de los retiros voluntarios de la institución. Por lo mismo, según uno de los documentos que observaba el estado de la reforma, se estaban evaluando entregar “incentivos en la carrera policial”, “mejorar los salarios, principalmente en los grados jóvenes, y permitir permanecer más tiempo en actividad”.
El director ejecutivo de la Fundación Paz Ciudadana, Daniel Johnson, y quien integró esta instancia, explica que “evidentemente la situación institucional en Carabineros afecta la voluntad para trabajar en ella. Los problemas son dos: el prestigio, es decir que la ciudadanía la perciba de manera poco efectiva, con problemas éticos, lo que termina afectando su labor”.
En esa misma línea, el ingeniero civil añade que, “por otro lado, la reforma es fundamental para recuperar el prestigio y la labor que ejerce Carabineros en la sociedad. Se trata de entender cómo pensamos la institución, no solo desde poner barreras para un fraude, sino que también en cómo dotamos a la institución para aportar a la ciudadanía. Una cosa es la confianza, pero otra es cumplir el objetivo que la gente requiere”.
Aunque la salida de más de 1.300 carabineros en casi dos años aún no alcanza para desestabilizar la institución -tomando en cuenta que es integrada por más de 52 mil funcionarios-, sí es una tendencia que preocupa en la interna, pues el romper las filas nunca es una buena noticia.