Este 14 de diciembre, volvemos a votar para definir quién se instalará en La Moneda por cuatro años. Un simple acto al parecer, pero en las conversaciones y opiniones entre las personas se escucha tensión y una polarización, con una sensación de que el país está en “modo discusión” desde hace meses, de quien es el bueno y quién es el malo.

Lo curioso es que, apenas asuma el nuevo gobierno, parte de la política vuelve a encender la siguiente carrera. Al segundo año, ya se habla de “posibles candidatos”; al tercero, derechamente, se vive en campaña. Así, el Presidente termina pareciéndose a esos celulares que uno compra con ilusión y que al año ya se sienten viejos, con obsolescencia programada.

La alternancia, claro, es sana. Nadie quiere un poder eterno ni un país de un solo color. Pero cuando cada gobierno llega a “partir de cero”, el ciudadano común queda pagando el costo, con planes de seguridad que se reescriben, reformas que se rebautizan, obras que se reinauguran. Y en ese vaivén, se cuela entre nosotros la sospecha, ¿esto es servicio público o un pago de favores entre los de siempre, los del mismo color político desde jóvenes?

El lunes 15 de diciembre, gane quien gane, la mayoría va a levantarse igual. Habrá que abrir el negocio, tomar la micro, cargar combustible, llevar a los niños al colegio, ir al trabajo, hacer rendir la plata y pagar cuentas. Quizás la rutina nos ayude a recordar que somos iguales. Porque en Chile, cuando nos ponemos de acuerdo, lo demostramos, como anualmente en una Teletón, o en un catástrofe, en el “vamos chilenos” no hay color político.

Ojalá que después de estas elecciones, podamos tener un país donde podamos exigir acuerdos de mediano y largo plazo a nuestros políticos, respetar a quienes piensan distinto y, de paso, dejar de tratar al próximo Presidente como un producto desechable. Y que en las calles se sigan manifestando con demandas sociales, pero sin destruir lo que muchos con esfuerzo han logrado, porque lo bueno y lo malo de Chile lo seguimos haciendo entre todos.

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Autor: Máximo Martínez Campos