Regional
Crónica
28/07/2025
Hay momentos en que el silencio de alguien grita más fuerte que cualquier alarido. Uno los ve pasar, pero no los mira. Hay cargas que no hacen ruido, dolores que no cojean, penas que no se ven en radiografías. En estos tiempos de pantallas brillantes y filtros perfectos, muchos jóvenes caminan con una sombra que no debería acompañar a nadie, la del cansancio de existir.
La verdad es que crecer nunca fue fácil, pero hoy parece ser más difícil. Antes, los problemas del colegio quedaban en el colegio. Hoy, el recreo se alarga hasta la noche en forma de notificaciones hirientes, mensajes y publicaciones que no se borran. El ciberacoso no da tregua. Muchos niños y adolescentes cargan con el peso de palabras crueles, y nadie se da cuenta hasta que ya es demasiado tarde.
Muchas historias de jóvenes que parecían estar bien, pero que en realidad no lo estaban, y a veces, sus propias familias se enteraron tarde. Porque el dolor no siempre se anuncia a gritos. A veces se disfraza de buen humor, de respuestas cortas, de aislamiento silencioso. El bullying no es una etapa que se supera sola, y si a eso se suma una mente frágil y en desarrollo, sin redes reales de apoyo, el resultado puede ser devastador.
Por lo mismo, es urgente que dejemos de minimizar lo que parece “drama adolescente” o la “edad del pavo”. Que escuchemos más, que miremos con atención, que preguntemos sin miedo. A veces, basta una conversación honesta para evitar una tragedia. Que sepan que hay opciones, ayuda, y amor. El colegio debe ser un refugio, no un campo de batalla. Las redes, una herramienta, no una trampa. Y los adultos, guías, no jueces.
En los colegios de nuestros hijos, nos enteramos de historias de niños que fueron objeto de acoso, donde el llamado de auxilio del niño y sus padres, terminó en que ellos debieron cambiarse de curso, o colegio. ¿Qué pasaría si todos dejaramos de ser espectadores, y empezáramos a decir algo? A lo mejor no habría menos historias que lamentar. Porque la vida, con todo lo difícil que puede ser, merece seguir siendo vivida.
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Autor: Máximo Martínez Campos