Regional
Crónica
23/09/2025
                    La Región del Biobío registra, hasta el 31 de agosto de este año, la cifra más baja de matrimonios en seis años: apenas 3.412, según datos entregados por el Registro Civil.
El dato genera debate en distintos sectores académicos y sociales, pues refleja una tendencia sostenida a la baja en la formalización de vínculos, tanto en matrimonios tradicionales como en acuerdos de unión civil (AUC).
Más allá del descenso global, lo que resalta es la elección del régimen en este contrato en 2025. La sociedad conyugal se impuso con 1.839 casos, frente a los 1.414 de separación de bienes. La opción de participación en los gananciales, en tanto, se mantuvo rezagada, con solo 159.
Este último régimen es, quizás, el menos conocido y es cuando “los patrimonios se mantienen separados, pero si el régimen se acaba, el cónyuge que adquirió bienes de mayor valor debe compensar al que obtuvo menos, para que ambos queden iguales”, como explica la Biblioteca del Congreso Nacional.
La diferencia confirma una preferencia persistente por el régimen tradicional, pese a que ambas fórmulas, sociedad conyugal y separación de bienes, experimentaron una fuerte contracción respecto de años anteriores.
“Los números que se indican de parte del Registro Civil son normales, no es casualidad que la sociedad conyugal siga siendo el régimen más elegido. En Chile es el régimen legal por defecto: si los cónyuges no dicen nada, quedan casados bajo él”, explica Manuel Barría Paredes, profesor de Derecho Civil y director del Departamento de Derecho Privado de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de Concepción.
La elección automática del régimen puede influir en las cifras, reforzando la prevalencia de la sociedad conyugal. No obstante, la caída respecto de 2022 es significativa: en ese año, los matrimonios bajo sociedad conyugal llegaron a 3 mil 639, casi el doble de lo registrado en 2025. La separación de bienes también retrocedió, pasando de 2 mil 868 en 2022 a 1.414 en 2025.
Para Pamela Vaccari Jiménez, psicóloga social del departamento de psicología UdeC y coordinadora del grupo de investigación Ciencia por la Igualdad y la Inclusión Social (SCIXEQUAL), la explicación va más allá de lo normativo: “En Biobío todavía predominan tradiciones y costumbres más conservadoras, en parte por el peso del mundo rural y de las herencias familiares. Esto hace que la sociedad conyugal resulte más accesible y menos engorrosa que la separación de bienes, que exige más trámites y decisiones anticipadas sobre el patrimonio”.
La historia también influye. Barría recuerda que hasta 1989 la mujer casada en sociedad conyugal era considerada “relativamente incapaz”, lo que limitaba su autonomía económica. Ese estatus se modificó con las reformas legales y la incorporación de regímenes alternativos.
“El régimen de participación en los gananciales se introdujo en 1989, pero sigue siendo muy poco usado porque es complejo de administrar. En cambio, hoy la separación de bienes gana terreno porque hombres y mujeres trabajan y adquieren patrimonio de manera independiente. Eso hace que quieran administrarlo sin la rigidez de la sociedad conyugal”, comenta el académico.
A su juicio, la sociedad conyugal “fue útil cuando solo trabajaba el marido y se buscaba proteger a la mujer, pero hoy, con ambos integrados al mercado laboral, la separación de bienes parece más simple y acorde a la realidad económica”.
Las cifras también se leen desde el ángulo de la sociología. Lucía Saldaña Muñoz, profesora asociada del Departamento de Sociología de la UdeC, apunta a la relación entre contexto económico y elección de régimen: “La sociedad conyugal garantiza un patrimonio compartido, lo que puede ser atractivo en tiempos de inestabilidad laboral. Para mujeres que se han dedicado a labores reproductivas, este régimen asegura una compensación patrimonial, aunque con un trasfondo conservador que limita su autonomía”.
Vaccari coincide en que el contexto cultural importa: “Estamos en un momento en que la sociedad oscila hacia lo tradicional. Tras las manifestaciones feministas de 2018 y el estallido social en 2019, muchas personas buscan orden y estabilidad, y eso se refleja en decisiones más conservadoras como optar por la sociedad conyugal”.
El descenso de matrimonios no es nuevo. En 2020 la región registró 3 mil 883 uniones, número que subió a 6 mil 715 en 2022, su más reciente peak. Desde 2023 la curva bajó de manera sostenida hasta tocar piso en 2025.
En cuanto a los AUC, si en 2020 el total fue de 308; en 2021 fue de 431. Al año siguiente el número siguió al alza alcanzando los 608. Sin embargo desde 2023 el comportamiento no ha sido uniforme. Ese año los Acuerdo de Unión Civil fueron 521, pasando a 754 en 2024. Hasta el reciente 31 de agosto se registran 544.
En este caso, el régimen por defecto es siempre la separación de bienes, salvo que se pacte “comunidad”, lo que evidencia un escenario distinto al matrimonio.
“Los acuerdos de unión civil han aumentado mucho en comparación con el pasado, pero hoy también retroceden, mientras la sociedad conyugal recupera terreno frente a la separación de bienes. Esto se explica por un resurgimiento conservador, pero también porque para algunas parejas este régimen sigue ofreciendo seguridad”, señala Saldaña.
Barría recuerda un matiz clave: con la entrada en vigencia del matrimonio igualitario, las parejas del mismo sexo no pueden optar a la sociedad conyugal. Sus alternativas se reducen a la separación de bienes o a la participación en los gananciales.
“Esto limita aún más el uso de la sociedad conyugal, que queda restringida a matrimonios entre un hombre y una mujer. En cambio, en los AUC no existe esa figura; allí el régimen por defecto es separación de bienes, aunque puede pactarse comunidad”, puntualiza el académico.
Al mismo tiempo, la caída general de matrimonios y uniones civiles plantea interrogantes sobre la manera en que las nuevas generaciones conciben la vida en pareja y el manejo económico compartido.
“Es probable que muchos jóvenes perciban los trámites legales como una carga innecesaria, especialmente cuando no tienen un patrimonio significativo. Ahí la sociedad conyugal funciona como una fórmula más simple, mientras que la separación de bienes exige mayor planificación y claridad sobre el futuro”, concluye Vaccari.