Regional
Crónica
29/06/2025
Hay algo que cada vez se hace más notorio, y es que pareciera que los letreros pasan desapercibidos, los de tránsito, los de advertencia o prohibiciones, las normas básicas de convivencia se han vuelto una decoración. Uno pasa por fuera de un colegio y ve autos estacionados frente al letrero de “No detenerse”. O entra a un lugar y hay gente con sus mascotas sueltas pese al cartel de “Prohibido el ingreso de mascotas”.
No estamos hablando de leyes complejas ni de trámites engorrosos. Hablamos de cosas tan simples como no ocupar un estacionamiento para personas con discapacidad si no te corresponde. O de no tirar basura en cualquier lugar. Pero no. Hay quienes actúan como si obedecer significa perder la individualidad, como si seguir una norma fuera sinónimo de ser parte de un rebaño o “del sistema”.
La raíz de este problema, tiene que ver con una cierta desconfianza hacia lo impuesto por otros. Como si las normas no nos pertenecieran, como si fueran impuestas por gusto y válidas sólo para algunos. Pero ¿acaso no son esas mismas normas las que protegen al peatón, al niño que juega, al conductor distraído? ¿En qué momento dejamos de entender que las reglas están ahí no para fastidiar, sino para cuidarnos?
Si los adultos no respetamos ni lo más básico, ¿qué aprenden las nuevas generaciones? Los niños observan y absorben como esponjas. Nos ven fumar donde se prohíbe, botar basura en la calle, tocar la bocina donde no se debe, usar el celular en el cine, estacionarnos en la vereda, motocicletas por la berma o ciclovías, entonces van a crecer pensando que las reglas son una sugerencia, no un compromiso.
Quizás es hora de dejar de ver los letreros como enemigos. Tal vez debamos recordar que la libertad no es hacer lo que uno quiera, sino convivir sin pasarnos a llevar entre todos. Porque si nadie respeta las señales, no solo perdemos orden, perdemos empatía, perdemos comunidad. Y eso es algo que este país, tan herido y necesitado de encuentro, no se puede seguir dando el lujo de ignorar.
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Autor: Máximo Martínez Campos