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08/11/2024
Es un mes particular, es como un suspiro profundo antes de lanzarnos al torbellino de diciembre, empieza el primer día con el recogimiento del recuerdo de los seres queridos que partieron.
La primavera da paso a temperaturas veraniegas, las calles empiezan a recibir más transeúntes, y el sol se instala con fuerza, recordándonos que el verano está a la vuelta de la esquina.
En las empresas, se empiezan a programar cierres de año, organizar cenas, premios, fiestas de navidad, recordando que queda un último esfuerzo antes de las vacaciones. Las tareas se acumulan, los presupuestos deben cuadrar, y en la casa también se empieza a sentir la presión.
En los colegios, es el mes en que los estudiantes comienzan a contar los días para las vacaciones, a rendir exámenes, los papás empiezan a hacer malabares en las agendas con los últimos eventos de fin de año, pruebas finales y ceremonias.
Algunos empiezan con las compras de navidad, para evitar las locuras de última hora. No es el caos desbordado de diciembre, pero tampoco es un mes de relajo. Es un mes que invita a prepararse, a cerrar ciclos con calma y a hacer esa pausa necesaria antes de la vorágine.
Noviembre es un mes de transición, nos recuerda el fin del invierno y el inicio del verano, al simplificar las estaciones en dos. También nos recuerda que el fin de año no tiene que ser necesariamente un “corre que te pillo” si nos tomamos un rato para planificar, agradecer y valorar lo que tenemos para no dejar todo para las últimas semanas del año.
Así que, en vez de dejarnos llevar por la inercia, aprovechemos noviembre para darnos ese pequeño respiro. Porqué diciembre, como bien sabemos, llega rápido, cargado de compromisos y de emotividad. Quizás noviembre sea la última oportunidad para desconectar el piloto automático, tomar decisiones conscientes y darle el cierre que este año se merece.
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Autor: Máximo Martínez Campos