Si nos hicieran esta pregunta en cualquier etapa de nuestra vida, probablemente responderíamos que sí. Esto se debe a que, generacionalmente, se nos ha enseñado que ahorrar es una necesidad y un excelente hábito.
El ahorro está relacionado con la seguridad financiera, la reducción del estrés y la prevención de eventos inesperados. También fomenta la autodisciplina, ayuda a posponer la gratificación inmediata, y proporciona estabilidad económica personal y familiar. Además, puede facilitar la movilidad social, mejorando las oportunidades educativas y el bienestar de la próxima generación.
Por todas estas razones, es difícil argumentar que ahorrar tenga aspectos negativos. Sin embargo, solemos asociar el ahorro exclusivamente con el dinero. Pero, ¿qué sucede si lo llevamos a otro ámbito? ¿La respuesta seguirá siendo la misma?
¿Es necesario ahorrar abrazos? Absolutamente no. De hecho, no deberíamos ahorrar ni reservar abrazos, besos, caricias o palabras amables para mañana. El mañana no está garantizado; el momento es ahora, en el presente. Por lo tanto, ¿de qué sirve guardar abrazos para después? ¿De qué sirve ahorrar palabras si tenemos la capacidad de hablar? ¿De qué sirve contener besos y caricias si podemos expresar afecto?
Creo que es momento de dejar de preocuparnos tanto por ahorrar y, en cambio, gastar todo lo que tenemos hoy en términos de afecto y bondad. No deberíamos ahorrar en cosas que damos por sentadas, como desear un buen día, saludar, agradecer, respetar, amar, compartir, aprender y crecer como personas. De esta manera, cada día seremos una mejor versión de nosotros mismos.
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